La obra de Teatro de Albert Camus, Calígula, es una de mis preferidas.
En una de las escenas, Calígula y Quereas están sentados uno frente al otro, cada uno en un extremo del escenario, sin ninguna decoración que pueda distraer la atención del espectador.
Se encuentran en esa situación porque Calígula sabe que Quereas ha organizado su asesinato para evitar que la locura del emperador termine con Roma.
Calígula.- Quereas.
Quereas.- Dime, Cayo.
Calígula.- ¿Te parece que dos hombres que tienen igual grandeza de alma, igual orgullo, puedan hablarse al menos una vez en la vida con el corazón en la mano como si estuvieran desnudos uno frente a otro, despojados de sus prejuicios, de sus intereses particulares y de las mentiras en que viven?
Quereas.- Me parece posible, Cayo, pero te creo incapaz de hacerlo.
Después de esa pregunta los personajes se muestran realmente sinceros pero todo es una farsa ya que si Quereas dice la verdad es porque sabe que Calígula le ha descubierto.
Calígula.- Tienes razón. Tan solo quería saber si pensábamos lo mismo. Por lo tanto pongámonos las caretas y utilicemos nuestras mentiras. Hablemos igual que se pelea, cubiertos hasta la guarnición de la espada. ¿Por qué no me quieres, Quereas?
Quereas.- Porque nada hay en ti que sea amable. Porque no se manda en estas cosas. Además, porque te entiendo demasiado y nadie le gusta ver en los demás el rostro que trata de esconder en sí.
Calígula.- ¿Por qué me odias?
Quereas.- Te equivocas en esto, Cayo. Te juzgo nocivo, cruel, egoísta y vanidoso. Pero no puedo odiarte porque no te creo feliz. Tampoco puedo despreciarte porque sé que no eres cobarde.
Calígula.- Entonces, ¿por qué me quieres matar?
Quereas.- Ya te lo he dicho. Te considero nocivo. Me gusta la seguridad y me es necesaria. Casi todos los hombres son como yo. Son incapaces de vivir en un mundo en cuyo seno pueden instalarse de repente las ideas más extrañas. No, yo tampoco quiero vivir en un mundo así. Prefiero tener la seguridad.
Quereas.- Ya te lo he dicho. Te considero nocivo. Me gusta la seguridad y me es necesaria. Casi todos los hombres son como yo. Son incapaces de vivir en un mundo en cuyo seno pueden instalarse de repente las ideas más extrañas. No, yo tampoco quiero vivir en un mundo así. Prefiero tener la seguridad.
Por eso la verdadera pregunta es si alguien es capaz de mostrarse tal como es y hablar con sinceridad (verdadera sinceridad) cuando tiene mucho que perder, no cuando el juicio está visto para sentencia. Llegados a este punto, contestar demasiado deprisa sería no tomarse en serio la cuestión.
¿Yo soy capaz de hablar así? Me gusta pensar que sí, pero confieso que en el fondo de mi alma siempre guardo bajo llave emociones, sentimientos, que aunque a veces ordenan mi conducta no dejo que nadie conozca.
¿Y tú? ¿Eres capaz de hablar con el corazón en la mano, despojado/a de tus prejuicios, de tus intereses particulares y de las mentiras en las que vives?
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