miércoles, 21 de julio de 2010

La peor idea de mi vida

Hace tiempo que tenía ganas de pintar el salón de casa. Como este año el tiempo ha estado un poco loco no ha sido fácil encontrar un fin de semana que hiciera buen tiempo. Al parecer, eso es fundamental ya que si no, la pintura no se seca rápido y queda peor.

Después de varios intentos fallidos, decidí que de este fin de semana no pasaba. Vale que el viernes tenía la boda de un amigo y todo pintaba a que el sábado iba a ser un día perfecto para ver la tele. Vale que una cosa es que haga buen tiempo y otra que se alcancen los 40º C… VALE. Reconozco que se me había metido la idea entre ceja y ceja.
Al empezar a pintar la cosa se puso interesante. Primero hay que pintar con un rodillo minúsculo las zonas en las que no se puede pintar con el rodillo grande. Ups. Mierda. Primero hay que poner el plástico en el suelo para que no se manche. No pasa nada. Total, una manchita, no se nota demasiado.
Después de dos horas pintando con un rodillo pequeñajo, por fin se puede pasar a usar uno como Dios manda. Eso sí. A mayor superficie de rodillo mayor cantidad de pintura que salta. Ups. El plástico hay que ponerlo cubriendo bien los muebles.
Otras dos horas, parón y a pedir pizza. La primera mano de pintura del hall estaba dada. Hablando de todo un poco, hay una nueva en Telepizza que es mezcla de barbacoa y carbonara que es un auténtico hit.
Al terminar de comer, me di cuenta de que la pintura (25 litros de pintura plástica blanco mate) no iba a ser suficiente para lo que quedaba. Sobre todo teniendo en cuenta que hay que dar una segunda mano para que quede bien.
Ah, pero no pasa nada. Tenía por algún lado otros 10 litros de pintura. La solución perfecta era mezclar las pinturas y así tener suficiente cantidad…. Si las pinturas hubieran sido iguales. Ni eran un blanco igual ni la otra pintura era plástica. Total, ya no es que no tuviera suficiente, sino que había arruinado la pintura que quedaba. Y la casa a medio pintar.
Ala, a comprar más pintura. Que no falte. Otros 30 litros de pintura. Con dos cojones. Y encima sin dinero para el carrito, así que los 30 litros a pulso. Eso no es tener cojones es ser gilipollas. Sobre todo cuando se tiene una hernia de disco. Pero no todo son desgracias… como no estaba dispuesto a dar una segunda capa de pintura, compré una que ponía “una capa”…. Bueno…. Está bien, está bien… no tenía ni idea de que esa pintura era de una sola capa, lo reconozco.
Pero todo daba igual. Tenía la pintura, tenía los rodillos, tenía todo dispuesto… salvo los muebles. Resulta que para pintar hay que retirar todos los muebles, descolgar cuadros, quitar estanterías… y da igual que estuvieran clavadas en la pared.
Por fin los muebles estaban retirados en la terraza. A pintar. Qué guay. Llevaba pintando desde las nueve de la mañana y eran las seis. No pasa ná. Un esfuerzo más. Brochazo viene, brochazo va. Qué ganas de tirar el rodillo enano por la ventana. Qué coño, qué ganas de tirarlo todo por la ventana.
Después de 4 horas (juro que no exagero ni un poco), cuando para ahorrar tiempo estaba a punto de tirar los botes de pintura contra la pared, para luego extender la pintura como se pudiera con el rodillo, por fin, el último brochazo.

Prometo que en ese momento creí escuchar un coro de ángeles.

¿Pero de verdad creéis que ahí se terminó todo? ¡Qué va! Todavía quedaba volver a colocar todos los muebles, poner todas las estanterías, anclarlas a la pared… y limpiar la pintura que estaba derramada en el suelo.
Cuando ya no sentía la espalda (todo el cuerpo era un dolor. Dolían los pies, las manos, la boca, las orejas, el pelo… ) decidí que nunca más volvería a pintar. En mi P&%# vida. Así que cogí todos los plásticos, todos los rodillos y los botes de pintura para tirarlos a la basura…. Cuando se me cayó un cubo que estaba hasta arriba de pintura. De pronto me encontré en la puerta de la cocina con una balsa de pintura (aquello no era un charco, era un pantano). Durante un minuto me quedé bloqueado. Estaba dudando entre quemar la casa, cobrar el seguro y no volver a acercarme jamás un bote de pintura o ponerme a limpiar. Al final ganó la limpieza. Por poco. Llego a tener un mechero a mano y no sé lo que habría pasado.
Con el suelo recogido y la pared de la cocina que antes era amarillo pastel y ahora es amarillo con tintes de arte abstracto en blanco, por fin conseguí tirar a la basura esos utensilios demoníacos. Cuando el contenedor de basura se cerró engullendo los rodillos y la pintura fue como si estuviera en el paraíso. Esta vez no eran ángeles lo que escuchaba, sino a toda la corte celestial.
Debían ser las 2 de la mañana cuando me pude acostar. Y lo último que pude pensar fue que había aprendido la lección y que sin duda, pintar había sido la peor idea de mi vida.

Nunca mais.
PD: Un millón de gracias, P. Si no llegas a estar ahí..... hubiera quemado la casa o hubiera tirado la tele por la terraza.