lunes, 18 de octubre de 2010

A por setas

Siempre hay una primera vez para todo.
Hasta para ir a por setas. Y hablo en serio, no estoy haciendo una metáfora sobre ir a por setas o ir a por rolex.
Vale que tengo un ligero recuerdo de ir con mi tía Mary (mi tía-abuela) a coger setas, pero dado que pudo ser hace más de 25 años… no cuenta.
Lo primero que hay que hacer para ir a por setas es ir con alguien que sepa. Parece de Perogrullo, pero ojo, que hay mucha gente que DICE que sabe y esos son los más peligrosos.
Cumplido el primer requisito, los siguientes requisitos son: (i) ir pertrechado para el fresco de la sierra con un buen forro polar,(ii) unas buenas botas de montaña, (iii) guantes, (iv)una navaja y (v)un cesto. De estos cinco requisitos no cumplí ni uno.
Soy un novato y pagué la novatada. En vez de forro polar me puse un jersey más fino que el papel de fumar. En vez de botas llevé zapatillas de deporte. Los guantes son para nenas. En vez de navaja cogí un cuchillo de cocina y en vez de cesto una bolsa de Carrefour…. Con dos cojones.

Después de madrugar y una vez en el “sitio secreto” (al parecer los buscadores de setas tienen su sitio especial donde buscar setas) me agencié con un buen palo para usarlo de báculo y no caerme. El sitio secreto “ tenía una inclinación que había era para caerse y no parar de rodar hasta el río.

Una vez metido en el lío me dediqué a mirar el suelo como si no hubiera un mañana. Como si fuera a encontrar billetes de 500 € en cada momento.

Al cabo de 20 minutos sin ver más que una seta que salía de una moñiga de vaca (menos mal que esa seta resultó no ser comestible porque hubiera puesto a prueba mi tolerancia alimentaria) mi experta en setas me llamó.
- Juan Luis. Alrededor de donde estamos hay una seta. ¿Eres capaz de decirme dónde está?
- ¡¡Por supuesto!! – Lo sé, esta boca mía me perderá. No soy capaz de decir que no. Joder, una seta no puede ser tan complicado de ver… miré por todas partes. No había más que hojas caídas, ramas y helechos. ¿Me estaba tomando el pelo? -Está ahí- dije señalando con mi mano hacia la derecha la zona más amplia que pude.
- Pues no. Está al otro lado.

Ya es mala suerte. Siempre fallo las preguntas de 50% de posibilidad en el trivial.

- ¿La ves?- insistió
Ahí no se veía nada, así que, disimulando, dije un “ajá” lo más convincente que pude.

- Vale. Como verás, están muy escondidas y no se ven muy bien. Este tipo de setas se ven mejor si en vez de mirar a tus pies miras montaña arriba.

Y en ese momento, cuando estaba soltando la charla sobre cómo ver mejor las setas y que esa era venenosa… por fin la vi. Me cagontó. Si no se veía más que un punto blanco entre toda la hojarasca. Amos…. En la vida habría dicho que ahí había una seta.
Anduvimos por el monte durante una hora y media aproximadamente. Al cabo de un rato empecé a ver setas por todas partes…. Pero todas las que vi o eran no comestibles. Al parecer ir conmigo es un seguro de vida: si yo veo una seta… es que esa es venenosa.
La experiencia fue estupenda. Hasta me caí de culo para terminar la jornada, no vaya a ser que no monte el espectáculo. El caso es que según me caí me levanté, como si no hubiera pasado nada y nadie me hubiera visto. Al fin y al cabo estaba en medio del bosque y no había nadie alrededor. Ya en el coche mi experto en setas me preguntó:
- ¿Te has hecho daño?
Naturalmente que me hice el loco. - ¿Daño? ¿Por qué? ¿Cuándo?-
- Cuando te has caído de culo
- Ah …… - ( si es que uno no puede ni caerse tranquilo)