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viernes, 16 de mayo de 2008

Primavera

Siguiendo con la tónica de "aprovechar el momento" y de vivir el presente, dejo aquí un poema de Machado (de "Galerías").

El poema me ha dejado siempre un poso de tristeza por el autor. Con Antonio Machado siempre me pasa lo mismo.

Leo el poema una primera vez y me doy cuenta de que hay algo que no he entendido. Lo vuelvo a leer y empiezo a comprenderlo. A la tercera me doy cuenta de lo que quiere decir y entonces surge en mí un sentimiento que es como una llama que ha ardido con fuerza y no se apaga sino que queda una brasa que se enfría lentamente.


Antonio Machado

La primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.

Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil...
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.

Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor
—recordé—, yo he maldecido
mi juventud sin amor.

Hoy en mitad de la vida,
me he parado a meditar...
¡Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar!

lunes, 10 de septiembre de 2007

Tempestad


Un solo trueno vuela
sobre el mar y los pinos,
un movimiento sordo:
un trueno opaco, oscuro,
son los muebles del cielo
que se arrastran.

(versos de tempestad con silencio, de Neruda)

Cinco días de tempestad. Cielo de lienzos negros, noches de pensamientos insomnes. Cinco días. La dama oscura que se llevó al padre de un gran amigo. Tierra en las uñas de tanto escarbar. Presagios inconclusos, noticias postergadas. Cinco días.
Parecía que "el vórtice" (esto no es mío, sino de una persona a la que merece la pena escuchar cuando habla) quería instalarse en nuestras vidas y abatirnos con su aciaga presencia. Pero el viernes y el sábado se juntaron demasiadas buenas voluntades como para dejar que eso sucediera. Ya es lunes. Ya no hay tempestad. Todavía quedan retazos pero el huracán es brisa, el sol brilla y todavía quedan hojas en los árboles.

miércoles, 22 de agosto de 2007

La Luna

Ayer pasé una tarde estupenda con una gran amiga. No hace falta mucho para ser feliz. Una película con palomitas, tomar unas tapas con sidra y una conversación divertida e interesante.
Entre otras cosas nos dio por hablar de las horas de luz en los diferentes países. De ahí derivamos al calendario solar y el siguiente paso fue el calendario lunar. Después ella comentó la influencia que tiene la luna sobre las mujeres y sobre la libido (y yo que creía que la luna lo único que provocaba eran las mareas). El caso es que me vino a la cabeza como un rayo un poema de José Somoza:


La luna mientras duermes te acompaña,
tiende su luz por tu cabeza y frente,
va del semblante al cuello, y lentamente
cumbres y valles de tu seno baña.

Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,
el curso de la luna refulgente,
dichoso he de seguir o amor me engaña.

He de entrar cual la luna en tu aposento,
cual ella al lecho en que tu faz reposa,
y cual ella a tus labios acercarme.

Cual ella respirar tu dulce aliento,
y cual el disco de la casta diosa,
puro, trémulo, mudo, retirarme.


Este poema siempre me ha parecido muy sensual. En el primer cuarteto, en el verso tercero hay un encabalgamiento bastante acertado. Por lo demás, el vocativo del primer verso del segundo cuarteto (toma ya), siempre me ha intrigado. Lesbia en el diccionario tiene 3 entradas. Natural de Lesbos, perteneciente a esa isla o perteneciente o relativo al lesbianismo. Dado que está en mayúsculas yo me inclino por un nombre de amada imaginaria, pero que cada cual haga su interpretación.
PD: Ya sé, ya sé. El último verso, o mejor, la última palabra del último verso es complicada de digerir.

domingo, 5 de agosto de 2007

Sorpresas en la estantería

Tengo debilidad por una colección de libros que guardo en Caraquiz. Se llama “100 clásicos universales”. Son ediciones bastante simples, se limitan al texto del libro. Sin introducciones, notas editoriales o notas al pie de página. No sé cuántas veces habré leído cada uno de los libros. El caso es que estoy releyendo “Manon Lescaut” de Prévost y al cogerlo de la estantería encontré “Poesías escogidas de la lengua castellana” de esa colección. No recordaba haberlo leído. Ojándolo en la solapa encontré una nota editorial que me pareció escrita por alguien con verdadero amor por la literatura y la poesía. Desconozco el nombre del autor, pero el editor del libro es Pérez del Hoyo:

“Al publicar el presente volumen, hemos pretendido solamente ofrecer a nuestros lectores un florilegio de composiciones excelentes del estro patrio. Sabemos que en el tesoro poético de nuestro idioma existen composiciones tan buenas o mejores que las encerradas en este librito y acerca de cuyos méritos nunca conseguirán llegar a un acuerdo los críticos. Como no pretendemos serlo, nos hemos abstenido de calificar de mejores las seleccionadas. Nos hemos limitado a escoger cierto número de las que, en nuestra humilde opinión, merecen ser conocidas por unos, recordadas por otros y conservadas amorosamente por todos”.

He descubierto dos palabras nuevas para mí. "Estro", que significa "Inspiración ardiente del poeta o del artista al componer sus obras". Y "florilegio. Me gusta cómo suena. El diccionario de la RAE la describe como "Colección de trozos selectos de materias literarias".
Desde hoy las adopto para mi vocabulario.

jueves, 7 de junio de 2007

Elizabeth Barrett

El poema que dejo hoy es de Elizabeth Barrett Browning. En un principio iba a poner el enlace a la wikipedia pero al final he preferido no hacerlo para contar su vida en otro momento. La verdad es que bien podría ser el argumento de una novela.
El poema es un soneto, el número 43 de 'Sonnets from the Portuguess'. Me gusta mucho la sensibilidad y las figuras que emplea en sus versos. Cada vez que leo "I love thee to the level of everyday's Most quiet need" me paso horas pensando en la sencillez y sinceridad de sus sentimientos.
Es verdad que puede resultar un poco empalagoso pero de vez en cuando no está mal.
Que lo disfrutéis. Es muy fácil de leer en inglés. De todas formas he dejado mi traducción para quien lo quiera leer en español.


Elizabeth Barrett Browning
Sonnet XLIII



How do I love thee? Let me count the ways.
I love thee to the depth and breadth and height
My soul can reach, when feeling out of sight
For the ends of Being and ideal Grace.
I love thee to the level of everyday's
Most quiet need, by sun and candle-light.
I love thee freely, as men strive for Right;
I love thee purely, as they turn from Praise.
I love thee with the passion put to use
In my old griefs, and with my childhood's faith.
I love thee with a love I seemed to lose
With my lost saints. I love thee with the breath,
Smiles, tears, of all my life!--and, if God choose,
I shall but love thee better after death.


Elilzabeth Barrett Browning
Soneto XLIII


¿Cómo te quiero? Déjame contar los modos.
Te quiero con la profundidad y amplitud y altura
que mi alma puede alcanzar cuando se siente oculta
de los límites del Ser y de la Gracia ideal.
Te quiero al nivel de la más serena
necesidad de cada día, a la luz del sol y de las velas.
Te quiero libremente, como los hombres se esfuerzan por los derechos,
te quiero lisamente, como aquellos que huyen de los elogios.
Te quiero con la pasión que solía poner
en mis viejas penas, y con la fe de mi niñez.
Te quiero con el amor que creí perder
con mis santos perdidos. ¡Te quiero con el aliento,
sonrisas y lágrimas de toda mi vida! – y, si Dios quiere,
te querré todavía más después de la muerte.

miércoles, 23 de mayo de 2007

Diferentes tipos de Poesía

Ahora que estoy recuperando el tiempo perdido han vuelto también mis viejas manías. No puedo leer ningún libro cuando estoy escribiendo porque sin darme cuenta acabo copiando la forma de escribir.
Lo único que me permito leer es poesía. Imagino que cada uno tiene su forma de hacerlo. A mí me gusta leer primero en voz baja. Si me ha gustado, entonces la vuelvo a leer en voz alta una y otra vez hasta que consigo que suene bien.
Cuando leía a Bécquer en el colegio se me quedó grabada una crítica literaria que redactó para uno de los periódicos que trabajaba (creo que se llamaba "el contemporáneo").


Crítica literaria. Gustavo Adolfo Bécquer

Hay una poesía magnífica y sonora; una poesía hija de la meditación y el arte, que se engalana con todas las pompas de la lengua, que se mueve con una cadenciosa majestad, habla a la imaginación, completa sus cuadros y la conduce a su antojo por un sendero desconocido, seduciéndola con su armonía y su hermosura.
Hay otra natural, breve, seca, que brota del alma como una chispa eléctrica, que hiere el sentimiento con una palabra y huye, y desnuda de artificio, desembarazada dentro de una forma libre, despierta, con una que las toca, las mil ideas que duermen en el océano sin fondo de la fantasía.
La primera tiene un valor dado: es la poesía de todo el mundo.
La segunda carece de medida absoluta, adquiere las proporciones de la imaginación que impresiona: puede llamarse la poesía de los poetas.

La primera es una melodía que nace, se desarrolla, acaba y se desvanece.
La segunda es un acorde que se arranca de un arpa, y se quedan las cuerdas vibrando con un zumbido armonioso.

Cuando se concluye aquélla, se dobla la hoja con una suave sonrisa de satisfacción.
Cuando se acaba ésta, se inclina la frente cargada de pensamientos sin nombre.

La una es el fruto divino de la unión del arte y de la fantasía.
La otra es la centella inflamada que brota al choque del sentimiento y la pasión.