martes, 15 de mayo de 2007

Entre el sueño y la vigilia

El pequeño cuento que dejo hoy tiene su historia. Fue el primer escrito que presenté a un concurso. Creo recordar que era el "nosecuántos" Sto. Tomás de Aquino de la Comunidad de Madrid. (Hace unos 15 años de esto). El tema era libre y el único requisito era que el número de palabras estaba limitado.
Escribí una historia de tres o cuatro folios y cuando estuvo terminada la tuve que recortar (o lo que es lo mismo: destrozar).
Imaginad mi decepción cuando vi que el ganador tenía unas 500 palabras más de las permitidas. Todavía recuerdo mi cara de tonto. Mi único consuelo fue el segundo premio.
Hay dos cosas que no olvido de esta pequeña historia. La primera que la escribí porque odiaba las películas y las historias que arreglan los finales diciendo que todo ha sido un sueño. ¿Y si ese sueño fuera mejor que la vida real?.
La segunda fue una crítica que me hizo un miembro del jurado. Me dijo que no votó mi historia porque no podía entender que una calle fuera estrecha y tuviera árboles frondosos.
En fin, como dice G.A.B en una introducción: "Ahí va, como el caballo de copas".

Entre El Sueño y la Vigilia

Si hay un momento mágico e la vida es ese instante en el que el tiempo se detiene yla fantasía se hace realidad. Fue precisamente soñando despierto cuando me ocurrió un extraño suceso.
Debía de ser invierno porque hacía frío. Estaba paseando, no sé a qué hora y poco importa, por una estrecha calle que a ambos lados tenía una hilera de frondosas acacias. A la izquierda se levantaba un pequeño muro de ladrillos que apenas se veía a través de la hiedra que tapaba su color naranja, mientras que a la derecha la fachada de un viejo edificio sucumbia ante una madreselva.
Al apartar la vista de las cosas que me rodeaban , vi que de frente se acercaba una figura femenina. Sin saber muy bien por qué, mis pupilas buscaron el sol en un acto desesperado. Entonces me di cuenta de que todavía no era de día.Las farolas aún estaban encendidas y el sol apenas lanzaba sus primeros rayos de oro. Volví a fijarme en la delicada figura que se acercaba. Era una chica muy hermosa. Tenía el pelo rubio, un lago azul bañaba sus pupilas y sus gestos poseían la gracia que soñamos en los ángeles. Sonreía, y era una sonrisa agradable que amaba y pedía amar.
Me acerqué a ella y comencé a hablarle. Yo preguntaba sobre todas las cosas que se me venían a la mente, sin dejar de hablar un solo segundo, pues tenía la impesión de que al callar se desvanecería y no volvería a verla. Me dijo su nombre, creo, aunque no consigo recordarlo.
A medida que pasaba el tiempo el frío se hacía más intenso. Yo seguía al lado de aquella visión que se me antojaba cada vez más hermosa.
Extasiada mi alma por el misterio, le pregunté a mi interlocutora si podría volver a verla. En ese momento el frío caló en mis huesos y todo se cubrió de nubes oscuras.
Al abrir los jos me encontraba en mi habitación. La ventana estaba abierta de par en par y un viento helado me atravesaba la piel. Me levanté a cerrarla y, sin embargo, no vi jamás ni supe nunca nada de la muchacha que se había llevado mi corazón. Desde aquella noche mi vida es tan solo un momento en el sueño y un instante en la vigilia.

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