jueves, 5 de julio de 2007

Cosas que Hacen que la Vida Merezca la Pena



Hace un mes que estamos de obras en el edificio donde trabajo. Mientras duran estas obras mi sitio está en una sala con 7 personas más.


Una de ellas es una chica de Canarias que se casa dentro de dos meses. Al hablar tiene un acento que me recuerda al mar y como habla bajo, casi en susurros, a veces me parece que escucho el sonido de las olas en la playa.


Ojalá hablara más a menudo. Es muy tímida y apenas he cruzado varias frases con ella.


Ayer hubo un momento en que nos quedamos los dos solos. De repente, rompió su habitual silencio y me dijo: "¿Te puedo hacer una pregunta?". "Sí, claro que sí. Faltaría más". Entonces, entre el vaivén de la marea dijo: "¿Tú eres de Madrid?". Lo dijo como si fuera algo extraño.


Reconozco que no esperaba esa pregunta. "Sí", contesté. Y otra vez rompió la ola en la arena: "¿Y tus padres son también de Madrid?". "Sí, mis padres y mis abuelos. Soy de los pocos madrileños de verdad".


Hubo un pequeño silencio y luego : "Qué extraño. No lo pareces" dijo, y se calló.


Yo ya no sé si era el olor a salitre, el viento o el sonido de las gaviotas, pero no entendía nada. "¿Por qué es extraño?".


"Porque no eres como los demás madrileños. En general, cuando estáis agobiados ponéis cara de mal humor. Y si alguien os interrumpe, la primera mirada es desagradable. Tú por más que trabajas nunca tienes esa cara y siempre sonríes cuando alguien viene a verte".


No dije nada, solo me reí y le di las gracias.


La verdad es que no creo que los madrileños seamos así, pero me gustó saber que me veía de esa forma.


Qué poco necesita uno para ser feliz.

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