Anoche estuve con una amiga. Primero estuvimos dando un "pequeño" paseo y luego fuimos a cenar. El caso es que nunca he sido muy amigo de los móviles y cuando voy a estar con alguien no suelo llevarlo encima. Reconozco que cuando estoy hablando con una persona y de pronto el móvil suena y se pone a hablar por teléfono me siento estúpido. No le veo el sentido a estar ahí parado, siendo testigo furtivo de una conversación personal sin poder ir a ningún sitio y poniendo cara de "qué divertido, qué entretenido, qué bien me lo estoy pasando".
Todo esto viene porque anoche al volver a casa cogí el teléfono y vi 6 llamadas perdidas y otros tantos mensajes. En ese momento es cuando tienes que decidir. El punto de no retorno. En un lado de la balanza se encuentra la responsabilidad. "No llames. Si lo haces seguro que pasa algo y tú mañana tienes que trabajar. Además, te lo has pasado muy bien. Por hoy ya vale". En el otro lado "Venga, llama, no sabes si están saliendo y además mañana es viernes". Como no puede ser de otra manera, me vi obligado a llamar.
-Alfonso., ¿qué tal?
-Ey, vente.
-¿Quiénes estáis? ¿Dónde?.
-Hemos decidido dar una cena de despedida a Paloma. Estamos en *** y vamos a un tablao flamenco en ****.
- Ufff, bueno, venga, una copa y me voy.
Como se puede apreciar soy difícil de convencer. Cuando llegué al tablao (no se admiten preguntas de por qué se les ocurrió ir al tablao) me encontré con cuatro amigos con una camiseta que hicimos el año pasado cuando se casó una amiga nuestra en la que delante ponía "Vero se casa" y detrás ¿Qué hemos hecho mal? En este caso habían tachado con rotulador el nombre de "Vero" y habían escrito "Paloma". Sí... no se puede ser más cutre, pero al mismo tiempo es sencillamente genial. No podía evitar morirme de risa al verlo.
Por supuesto, dado el estado etílico de mis amigos y de Paloma no nos dejaron pasar y nos fuimos al bar de al lado. Primero una copa y luego otra (esta es la última que mañana madrugo). Después aparecieron tres amigas más. Otra copa. Y así hasta las tantas de la madrugada. Consecuencia: una resaca de esas en las que parece que todos los que tocan los bongós, djembés y demás tambores en el Retiro han decidido instalarse en tu cerebro y no parar hasta que las manos se les queden en los huesos.
Y por supuesto según he llegado a mi sitio me estaba esperando un director con el primer "asunto urgente" del día: un contrato de nosécuántapasta que tiene que estar preparado a las 12:00 am. Y yo con estos pelos. Aquí estoy, escribiendo esto porque no puedo ni pensar en el esfuerzo que va a suponer concentrarme y dejar de escuchar a los tambores del Retiro.
Las consecuencias se pagan....
3 comentarios:
¡¡JAJAJAJAJA!! Pues si yo estoy que me caigo de sueño y por lo que veo ejercí de Cenicienta... Espero que dejaras el coche en casa...
He estado repasando lo del fuera de juego toda la mañana. Al final, para nada. Vaya rabia!!!
Besitos,
La amiga
He vuelto.
Menos mal.
Y te encuentro con una selección de percusión étnica en las sienes.
Espero que se callen los tambores y vuelva la poesía. Aunque me gustan estos momentos cotidianos y cómo los cuentas.
Volveré, claro. Espero que me hayas guardado la ausencia.
El curso escolar comienza de nuevo y parece que viene cargado de trabajo.
Con la vuelta regresa la normalidad aunque a veces cuesta (me cuesta) un poco.
Ah, y la poesía volverá como siempre(como las golondrinas de Bécquer).
Vuelve pronto.
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