A las 19:00 estaba sentado en la sala de espera del fisio. Charly, se llama.
Para llegar a la habitación en la que pasa consulta hay que subir unas escaleras. Desde el piso de arriba se oyen gritos desesperados. “Nenazas”, pensé. “No puede haber peor dolor que el que me hizo cuando el esguince de tobillo. Seguro que no”.
Cuando terminan los gritos un hombre de unos treinta y tantos baja por las escaleras con la cara pálida y restos de sudor.
-Siguiente- dice Charly.
Me levanto como un resorte y subo las escaleras.
-A ver, ¿qué te ha pasado?
-Una tontería. Seguro que no es nada. Jugando al fútbol me caí sobre el hombro y me molesta un poco.
-Vamos a ver cómo está. Quítate la camisa y siéntate en la banqueta con las manos sobre la camilla.
Yo no sé qué fuerza tienen los fisios en las manos pero juro que no entiendo cómo pueden hacer tanto daño.
-Pues por lo que veo el hombro se salió y del mismo golpe volvió a colocarse. Pero aún así hay que volver a ponerlo en su sitio.
Y sin darme tiempo a prepararme hizo yo no sé qué que qué se yo que me dejó el hombro como plastilina, o mejor, como blandiblub.
El grito que pegué se oyó en Ferrol.
-Vamos, vamos, que no es para tanto. Si lo malo viene ahora que tengo que poner en su sitio los tendones y los ligamentos.
-¿Qué?
La verdad es que no sé si llegué a hacer la pregunta porque sus dedos empezaron a urgar en el hombro y creía que me iba a desmayar. Me llevé la mano izquierda a la boca para morder el puño.
-Deja la mano en la camilla que si no te relajas no puedo hacer nada.
¿Relajarme? ¿Está loco? ¡¡Pero si me estaba matando!!
Al cabo de unos siglos (en realidad debieron ser minutos pero la agonía se me hizo eterna) dejó de aplicarme el hierro fundido de sus dedos en mi hombro y me dijo:
-Ahora mismo ya no puedo hacer nada más. Vente el miércoles para que pueda terminar de “limpiar” la zona y colocar el resto.
-….. V…. a…. l….. e…..
Me puse la camisa y me fui por las escaleras, con la cara pálida y cubierto en sudor.
-Siguiente-, escuché que decía. Un chaval se levantó del sofá cojeando y con un gesto de pánico empezó a subir por las mismas escaleras. No le dije nada pero le deseé suerte. Mucha suerte.
Para llegar a la habitación en la que pasa consulta hay que subir unas escaleras. Desde el piso de arriba se oyen gritos desesperados. “Nenazas”, pensé. “No puede haber peor dolor que el que me hizo cuando el esguince de tobillo. Seguro que no”.
Cuando terminan los gritos un hombre de unos treinta y tantos baja por las escaleras con la cara pálida y restos de sudor.
-Siguiente- dice Charly.
Me levanto como un resorte y subo las escaleras.
-A ver, ¿qué te ha pasado?
-Una tontería. Seguro que no es nada. Jugando al fútbol me caí sobre el hombro y me molesta un poco.
-Vamos a ver cómo está. Quítate la camisa y siéntate en la banqueta con las manos sobre la camilla.
Yo no sé qué fuerza tienen los fisios en las manos pero juro que no entiendo cómo pueden hacer tanto daño.
-Pues por lo que veo el hombro se salió y del mismo golpe volvió a colocarse. Pero aún así hay que volver a ponerlo en su sitio.
Y sin darme tiempo a prepararme hizo yo no sé qué que qué se yo que me dejó el hombro como plastilina, o mejor, como blandiblub.
El grito que pegué se oyó en Ferrol.
-Vamos, vamos, que no es para tanto. Si lo malo viene ahora que tengo que poner en su sitio los tendones y los ligamentos.
-¿Qué?
La verdad es que no sé si llegué a hacer la pregunta porque sus dedos empezaron a urgar en el hombro y creía que me iba a desmayar. Me llevé la mano izquierda a la boca para morder el puño.
-Deja la mano en la camilla que si no te relajas no puedo hacer nada.
¿Relajarme? ¿Está loco? ¡¡Pero si me estaba matando!!
Al cabo de unos siglos (en realidad debieron ser minutos pero la agonía se me hizo eterna) dejó de aplicarme el hierro fundido de sus dedos en mi hombro y me dijo:
-Ahora mismo ya no puedo hacer nada más. Vente el miércoles para que pueda terminar de “limpiar” la zona y colocar el resto.
-….. V…. a…. l….. e…..
Me puse la camisa y me fui por las escaleras, con la cara pálida y cubierto en sudor.
-Siguiente-, escuché que decía. Un chaval se levantó del sofá cojeando y con un gesto de pánico empezó a subir por las mismas escaleras. No le dije nada pero le deseé suerte. Mucha suerte.
4 comentarios:
Courage!!!
Es mi segundo apellido
llámame y me cuentas qué tal hoy...
A medida que se acerca la hora mi segundo apellido se va desvaneciendo....
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