lunes, 1 de junio de 2009

Lepidópteros kamikazes

El fin de semana ha sido ajetreado. Me gusta porque parece que dura más (cada vez estoy más a favor de que solo se trabajen 4 días por semana y el fin de semana sean tres días completos).

El viernes, después de trabajar fui a jugar un partidito de tenis. Hacía un día estupendo y me dio el solecito mientras jugaba. Encima gané el primer set 7-6 (el segundo set iba perdiendo 2-0 pero se nos acabó el tiempo y no pudimos seguir).

Después cenita en un japo (lo que corrobora el anterior post y la sustancia adictiva que le ponen al wasabi) y copita tranquila. Al día siguiente tenía boda de un antiguo compañero de mi anterior empresa.

El sábado me levanté a las 09:00 y a las 10:00 enfilé rumbo al norte, a Asturias. Concretamente a un pueblecito llamado Villanueva de Pría. Cuando estaba conduciendo se estampó contra al parabrisas una mariposa. “Qué pena”, pensé. Al cabo de unos minutos se estampó otra. Esta vez quedó espachurrada y por más que le daba a los limpias no había manera. En poco más de 1 hora conté hasta 30 mariposas que se estrellaron contra el cristal. Hasta tuve que parar para limpiar el parabrisas con un cepillo porque no se veía ni un carajo. Durante todo el viaje estuve cercenando la población de mariposas.
Tardé unas 4 horas y media en llegar. Perfecto para ir a comer con los amigos que ya estaban por ahí.

Como sabíamos que por la noche habría comida abundante llegamos a la conclusión de que lo mejor era hacer una comida frugal. Elegimos una ración de calamares y una cazuelita de almejas para cuatro y luego un plato para cada uno. Como no queríamos comer mucho, dos se pidieron un solomillo, otro se pidió una fabada y yo un chuletón de buey. Vamos, pecata minuta.

Sin perder tiempo volvimos a la casa (que, por cierto, era increíble. Una casa de indianos, remodelada, con un jardín inmenso) y cogimos la toalla y el bañador. El solecito estaba en lo alto y siempre que se va a una zona de mar hay que ir a la playa.

Llegamos a una cala preciosa. Había un par de chavales en el agua. MMmmm, mes de mayo, mar cantábrico… si unos chavales de 10 años se pueden bañar… yo… también. Con dos &%$%$. El agua estaba…. “fresquita”. El truco para bañarse en esas situaciones es empezar a caminar rumbo al mar. Despacito pero sin retroceder. El momento crítico es cuando el agua llega a la cintura. Bueno, a la cintura no, un poco más abajo. Cuando pierdes la sensibilidad de la parte inferior del cuerpo es cuando empiezas a disfrutar del baño.

Después de 10 minutos en el agua tuvimos la siguiente conversación entre los tres valientes que nos atrevimos a darnos un chapuzón:

- Oye, ¿alguien siente como un hormigueo en la espada?
- Sí, pero es más como si me estuvieran clavando unas agujas.
- Es verdad, yo también lo noto.

(silencio)

- Anda, mirad, no soy capaz de cerrar la mano.
- Jajaja, yo ni siquiera puedo moverla

(silencio)

- …
- …
- A lo mejor deberíamos salir…

Por la noche, la cena monumental fue en una sidrería. No recuerdo el nombre, ¡¡¡tan sólo me acuerdo de los ocho platos del menú!!!

Lo mejor de la cena, el plato de costillas, el solomillo y el plato de fabada (lo sé, soy un clásico).

Al terminar la cena fuimos a dar una vueltecita por Llanes hasta las 5 de la mañana.

El domingo, desayuno: pincho de tortilla, empanada y sobao pasiego. Luego, otra vez a la playa. Esta vez el baño fue coser y cantar. Media horita en el agua y luego tumbado al sol hasta la hora de comer: arroz con bogavante.

Y poco más. El viaje de vuelta, bien. Hasta que una mariposa se estrelló en el parabrisas. Coña, se me había olvidado. Otra vez empecé a esquilmar lepidópteros. Hasta que me di cuenta de lo que pasaba. Creo que estaban en fila a lo largo de la carretera y cuando me veían pasar se ponían una de tras de otra, en fila india, para estrellarse en el coche.

Dejando de lado a las mariposas kamikazes, por lo demás el viaje fue bueno, sólo con un poco de atasco al llegar a Madrid.

Por la noche estaba destrozado y al ir a acostarme, cuando me vi en el espejo… me temo que me he quemado con el sol (cuando digo que me he quemado, es que esta mañana la gente se volvía al verme pasar y oía que decían, “pobre”). Y cómo pica todo el cuerpo, mierda.

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