jueves, 5 de noviembre de 2009

Un recuerdo

Hace poco una amiga me dijo que había perdido la fe en muchas cosas.
Casi de forma automática pregunté -¿En qué cosas?
Ella, cerrando los ojos y moviendo de lado a lado la cabeza dijo – no me refiero a la religión. Hablo de pensar que hay cosas que duran para siempre.
No dije nada. Era evidente que hablaba de querer a otra persona. De la existencia de un sentimiento que perdure en el tiempo.
- Lo peor es que no sé si seré capaz de recuperar esa fe alguna vez – y al terminar la frase se llevó la mano a la frente con un gesto que no podré olvidar. Luego me miró a los ojos y no dijo nada más.

No sé si ella recordará esa conversación. A mí me sorprendió porque yo sí creo que hay cosas que duran para siempre.
Es verdad que no soy el mejor ejemplo para hablar de esos temas, pero sé (con esa certeza que no se puede racionalizar ni explicar) que hay sentimientos que pueden permanecer inalterables con el paso del tiempo.

Es cierto que los hay que surgen como una explosión y se agotan al apagarse el eco del estruendo producido. Los hay que nacen de forma tranquila y desaparecen del mismo modo. Pero creo que también los hay que surgen sin saber por qué, alimentados por quién sabe qué fuente de energía y que parecen no tener fin. Quizá son demasiadas incógnitas; al fin y al cabo es cuestión de fe. Yo estoy convencido de eso y estoy seguro de que ella, en el fondo, también lo cree (o lo quiere creer).

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